Si en la familia se da un clima emocional positivo, se crea un ambiente grato para los niños, se cultivan valores positivos pese a las dificultades económicas. La calidez del trato que recibe y el sentirse aceptado y querido favorece en el niño el tener una buena imagen de sí mismo y le ayuda a enfrentar las dificultades que se presentan y crecer como personas.
El niño necesita ser celebrado por sus avances y logros. Los elogios de los padres es el mejor premio que un pequeño pueda recibir. La satisfacción es tan grande que él mismo inventará los mecanismos para poder progresar.
Por otra parte, el niño necesita modelos positivos y estables dentro de la familia para desarrollar conductas positivas: seguridad, esfuerzo, solidaridad, responsabilidad, respeto. Son valores que se adquieren en la primera infancia y que serán la marca indeleble para la vida futura. Ellos aprenden por imitación, imitan lo que los mayores hacen. De ahí que si los educadores son tranquilos y acogedores, ellos tenderán a hacer lo mismo. Si por el contrario son fríos y agresivos, el niño imitará estas conductas. El niño que se siente querido, valorado y respetado; aprende a valorar y respetar a los demás.
Es importante que los padres expresen su cariño a través de gestos, caricias, miradas, abrazos, estímulos verbales; así generan un ambiente favorable que impacta positivamente en el desarrollo psicosocial y físico del niño. El niño que no recibe cariño cuando pequeño, le será muy difícil darlo cuando sea adulto. No podrá dar lo que no tiene. El cariño es el sustento de la seguridad y del equilibrio personal.
Es importante que los padres expresen su cariño a través de gestos, caricias, miradas, abrazos, estímulos verbales.
La falta de afecto en la infancia es la base de muchos trastornos psicológicos de los adolescentes, jóvenes y adultos. Hay niños prematuros que han muerto por marasmo pues no han sido estimulados ni física ni psicológicamente. Estos ambientes en los que falta el afecto, aumentan las posibilidades de que el niño desarrolle problemas psicosomáticos como asma, úlcera, cefalea, anorexia, colon irritable. Hay otros trastornos en el orden de lo psiquiátrico como los trastornos de personalidad antisocial que se predispone en estos ambientes. Por el contrario, si el niño vive en un ambiente relajado, cariñoso, con un clima positivo donde existe humor para acoger lo bueno de la vida, tiene más posibilidades de desarrollarse psíquicamente sano.
La estabilidad del ambiente físico y familiar es fundamental para el desarrollo intelectual y socioemocional del niño. Un ambiente estable y seguro, facilita la concentración y la motivación del niño. Un cuidado familiar equilibrado le ayuda a desarrollar sentimientos de confianza hacia el mundo y hacia las demás personas. Si los educadores y padres cambian constantemente la forma de tratar al niño, él llegará a un punto en el que no entenderá lo que está sucediendo y se sentirá confuso e inseguro, y por ende, perderá la confianza en las personas que le rodean.
Por otra parte, es necesario que el niño conozca las reglas y prohibiciones, y que éstas sean claras y firmes, así podrá distinguir con facilidad lo que es bueno y lo que es malo, lo correcto de lo incorrecto. Esto da seguridad al niño y son una muestra de amor. El adulto debe reaccionar de la misma manera ante los mismos hechos o conductas de los pequeños, o sea, ser consistente. Las familias que entregan pautas y reglas claras de conducta, que suelen explicarlas y son capaces de persuadir al niño a comportarse correctamente, entregándoles el máximo de afecto, tienden a tener hijos más responsables e independientes.
Una rutina de vida, un ambiente ordenado y con horarios, permite al niño ir formando hábitos y desarrollando seguridad para enfrentar el mundo. La falta de límites empeora las relaciones interpersonales, facilita la aparición de conductas de trasgresión de normas de convivencia, fomenta el egoísmo. Es muy importante que los padres aprendan estrategias adecuadas de disciplina. Para disciplinar a los menores, además de otras medidas, hay castigos no violentos a los cuales pueden recurrir los padres para corregir una conducta no deseada: dejarlo sin ver la televisión, prohibirle salir a jugar con sus amigos; pero estos castigos sólo se deben utilizar ocasionalmente, por tiempos limitados e inmediatamente después de la conducta negativa.
Por otra parte, las peleas, las discusiones, los gritos, las tensiones de los adultos son percibidas por los pequeños. El miedo, la inseguridad, y la tensión son hechos que alteran el desarrollo psico-social del niño. Las discusiones agresivas y violentas entre adultos, hacen que los niños se sientan culpables de ellas y experimenten una sensación de angustia. Se imaginan que sus padres pelean por lo que él ha hecho.
El niño necesita modelos positivos y estables dentro de la familia para desarrollar conductas positivas: seguridad, esfuerzo, solidaridad, responsabilidad, respeto.
La violencia verbal también afecta el desarrollo infantil; hay que evitar agredir verbalmente, destacar sólo los errores, comparar despectivamente, ridiculizar, hacer comentarios hirientes sobre el niño. El criticar constantemente a los párvulos, el exigirle más de lo que pueden y deben hacer, el destacar lo negativo en forma reiterada, le lleva poco a poco a pensar que lo hace todo mal, a no quererse a sí mismo y es así como baja su autoestima y muchas veces hasta atenta contra su vida.
Tratemos de crear un ambiente familiar y social agradable a nuestros pequeños que necesitan tener un sostén y un punto de referencia ante tanta agresividad y maldad que se encuentran hoy en día a sus alrededores.
Escrito por P. Humberto Alain Bravo, SDB
https://www.valoralavida.com/component/content/article/6-la-familia/31-el-ambiente-familiar-base-de-un-buen-desarrollo-psicosocial-.html
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